Alrededor de un 15% de los alumnos sufren un trastorno del aprendizaje que afecta a su escolaridad.
Estas dificultades con las que se encuentran afectan directamente al rendimiento académico con las consecuencias que de ello se derivan: relacionales y emocionales.
En muchas ocasiones suelen confundirse con niños perezosos y vagos. Esta imagen ocasiona conflictos y enfrentamientos entre el niño y los padres y el colegio que afectan a su relación. Además hay una afectación en la autopercepción y la autoestima del menor.
Un buen diagnóstico de estas dificultades permite entender al niño y adolescente y así poder proporcionarle las herramientas necesarias para hacer frente al trastorno del aprendizaje concreto que padezca.
Mediante reducaciones se proporcionará a los niños y/o adolescentes las estrategias necesarias para poder seguir las tareas académicas, como también aprender un nueve método de aprendizaje que se ajuste a sus necesidades.
En muchas ocasiones, las reducaciones van acompañadas de una intervención psicológica focal para trabajar las afectaciones emocionales que estas dificultades pueden haber afectado a la autoimagen, la autoestima y la capacidad ejecutiva del niño/adolescente.
Con la finalidad de ofrecer una garantía sobre el trabajo realizado, se hacen coordinaciones con el colegio y el profesorado implicado, para dar la información sobre las dificultades que presenta el menor y la mejor manera de poderlo ayudar.
A los padres también se les proporcionan recursos psico-emocionales para afrontar la situación y entender el trastorno de su hijo/a.
Alrededor de un 15% de los alumnos sufren un trastorno del aprendizaje que afecta a su escolaridad.
Estas dificultades con las que se encuentran afectan directamente al rendimiento académico con las consecuencias que de ello se derivan: relacionales y emocionales.
En muchas ocasiones suelen confundirse con niños perezosos y vagos. Esta imagen ocasiona conflictos y enfrentamientos entre el niño y los padres y el colegio que afectan a su relación. Además hay una afectación en la autopercepción y la autoestima del menor.
Un buen diagnóstico de estas dificultades permite entender al niño y adolescente y así poder proporcionarle las herramientas necesarias para hacer frente al trastorno del aprendizaje concreto que padezca.
Mediante reducaciones se proporcionará a los niños y/o adolescentes las estrategias necesarias para poder seguir las tareas académicas, como también aprender un nueve método de aprendizaje que se ajuste a sus necesidades.
En muchas ocasiones, las reducaciones van acompañadas de una intervención psicológica focal para trabajar las afectaciones emocionales que estas dificultades pueden haber afectado a la autoimagen, la autoestima y la capacidad ejecutiva del niño/adolescente.
Con la finalidad de ofrecer una garantía sobre el trabajo realizado, se hacen coordinaciones con el colegio y el profesorado implicado, para dar la información sobre las dificultades que presenta el menor y la mejor manera de poderlo ayudar.
A los padres también se les proporcionan recursos psico-emocionales para afrontar la situación y entender el trastorno de su hijo/a.
El TDAH es un trastorno que se caracteriza por alterar las capacidades de atención y concentración y el control de impulsos de la persona que lo padece.
Entre un 6 y un 10% de los escolares se ven afectados por este trastorno, donde el componente genético tiene una gran importancia y siendo el sexo masculino en el que hay más incidencia.
Los tres grandes componentes del trastorno son:
Falta de atención: hay una gran dificultad para mantener la atención en la tarea a realizar que dificulta que se puedan finalizar y completar; dificultad para organizarse y planificar el trabajo; no se seleccionan de manera adecuada los estímulos importantes y los que se deben ignorar; suelen perder objetos u olvidarlos cuando son importantes…
Hiperactividad: hay una dificultad para mantenerse quieto y estar tranquilo físicamente. Suelen hablar en exceso y mostrarse muy activos en situaciones que lo requieren.
Impulsividad: hay una falta de espera; suelen responder sin pensar y muy pronto; se anticipan a todo por una dificultad en atender y esperar su turno. La falta de control hace que tenga una comportamiento disruptivo hacia él y hacia los otros, impidiendo el trabajo de las personas que tiene a su alrededor.
Dependiendo de la presencia y de la intensidad de los síntomas podemos tener un Trastorno con déficit de atención CON hiperactividad (hay un predominio de los síntomas Hiperactividad-Impulsividad) o un Trastorno con déficit de atención SIN hiperactividad (hay un predominio de los síntomas de déficit de atención).
La intervención que se realizar en el TDAH tiene que responder en dos vertientes: por un lado, hay que hacer una intervención con reducaciones que irán enfocadas al trabajo del control de los síntomas que el paciente presente de modo que aprenda a trabajar de una manera que le sea funcional y le permita superar sus limitaciones.
Por otro lado, es muy necesario realizar un trabajo terapéutico para abordar todos los efectos emocionales que el trastorno haya podido tener sobre la persona afectada ya que suelen tener problemas de relación, de autoestima, de comportamiento, la autoimagen suele estar dañada y existe una infravaloración de sus capacidades cognitivas debido a las dificultades que suelen mostrar sino aprenden un método que se ajuste a sus necesidades.
El TDAH es un trastorno que se caracteriza por alterar las capacidades de atención y concentración y el control de impulsos de la persona que lo padece.
Entre un 6 y un 10% de los escolares se ven afectados por este trastorno, donde el componente genético tiene una gran importancia y siendo el sexo masculino en el que hay más incidencia.
Los tres grandes componentes del trastorno son:
Falta de atención: hay una gran dificultad para mantener la atención en la tarea a realizar que dificulta que se puedan finalizar y completar; dificultad para organizarse y planificar el trabajo; no se seleccionan de manera adecuada los estímulos importantes y los que se deben ignorar; suelen perder objetos u olvidarlos cuando son importantes…
Hiperactividad: hay una dificultad para mantenerse quieto y estar tranquilo físicamente. Suelen hablar en exceso y mostrarse muy activos en situaciones que lo requieren.
Impulsividad: hay una falta de espera; suelen responder sin pensar y muy pronto; se anticipan a todo por una dificultad en atender y esperar su turno. La falta de control hace que tenga una comportamiento disruptivo hacia él y hacia los otros, impidiendo el trabajo de las personas que tiene a su alrededor.
Dependiendo de la presencia y de la intensidad de los síntomas podemos tener un Trastorno con déficit de atención CON hiperactividad (hay un predominio de los síntomas Hiperactividad-Impulsividad) o un Trastorno con déficit de atención SIN hiperactividad (hay un predominio de los síntomas de déficit de atención).
La intervención que se realizar en el TDAH tiene que responder en dos vertientes: por un lado, hay que hacer una intervención con reducaciones que irán enfocadas al trabajo del control de los síntomas que el paciente presente de modo que aprenda a trabajar de una manera que le sea funcional y le permita superar sus limitaciones.
Por otro lado, es muy necesario realizar un trabajo terapéutico para abordar todos los efectos emocionales que el trastorno haya podido tener sobre la persona afectada ya que suelen tener problemas de relación, de autoestima, de comportamiento, la autoimagen suele estar dañada y existe una infravaloración de sus capacidades cognitivas debido a las dificultades que suelen mostrar sino aprenden un método que se ajuste a sus necesidades.
Los trastornos del estado de ánimo aparecen cuando el niño/adolescente vive una situación de su vida como estresante y sobre la que él considera que no tiene recursos para afrontar
Lo que marca que un acontecimiento sea vivido como estresante es a percepción que tiene el individuo sobre su capacidad de superarlo y no tanto la naturaleza del acontecimiento en si mismo.
Los trastornos del estado de ánimo se pueden expresar de dos maneras:
Ansiedad: veremos que el menor tiene reacciones de ansiedad cuando considera que la situación es superior a él y a sus capacidades y que no tiene suficientes recursos para superarla. Se muestra indefenso y suele pedir ayuda a los adultos que tiene a su alrededor, volviéndose muy dependiente de ellos.
Depresión: las reacciones depresivas las solemos encontrar en aquellos niños/adolescentes que perciben que no pueden modificar la situación que están viviendo y que nada que hagan les ayudará. Se muestran totalmente indefensos.
Pueden optar por tener una actitud de pasar desapercibidos como ocasionar muchos problemas relacionales y ser muy conflictivos.
El método de trabajo que se utilizará se ajustará mucho al caso en cuestión ya que la naturaleza del trastorno puede ser muy variada. Será necesario un buen estudio de la sintomatología presentada, la duración como el entorno más inmediato del menor (familia y colegio) y las interrelaciones que se establecen.
La finalidad de esta intervención psicológica será conocer el origen del conflicto, analizar la actuación del paciente y proporcionar nuevas herramientas y estrategias para darle confianza en la resolución de la dificultad en cuestión y en posteriores que se puedan presentar, incrementando también la autoestima de la persona.
Se deberán revisar las distorsiones cognitivas que pueden estar actuando en la percepción de la realidad para discutirlas y crear percepciones objetivas a la situación.
También será necesario un trabajo completo sobre el área emocional y autoperceptiva del menor debido a que las distorsiones cognitivas pueden impedir una buena resolución del estado de ánimo afectado.
Los trastornos del estado de ánimo aparecen cuando el niño/adolescente vive una situación de su vida como estresante y sobre la que él considera que no tiene recursos para afrontar
Lo que marca que un acontecimiento sea vivido como estresante es a percepción que tiene el individuo sobre su capacidad de superarlo y no tanto la naturaleza del acontecimiento en si mismo.
Los trastornos del estado de ánimo se pueden expresar de dos maneras:
Ansiedad: veremos que el menor tiene reacciones de ansiedad cuando considera que la situación es superior a él y a sus capacidades y que no tiene suficientes recursos para superarla. Se muestra indefenso y suele pedir ayuda a los adultos que tiene a su alrededor, volviéndose muy dependiente de ellos.
Depresión: las reacciones depresivas las solemos encontrar en aquellos niños/adolescentes que perciben que no pueden modificar la situación que están viviendo y que nada que hagan les ayudará. Se muestran totalmente indefensos.
Pueden optar por tener una actitud de pasar desapercibidos como ocasionar muchos problemas relacionales y ser muy conflictivos.
El método de trabajo que se utilizará se ajustará mucho al caso en cuestión ya que la naturaleza del trastorno puede ser muy variada. Será necesario un buen estudio de la sintomatología presentada, la duración como el entorno más inmediato del menor (familia y colegio) y las interrelaciones que se establecen.
La finalidad de esta intervención psicológica será conocer el origen del conflicto, analizar la actuación del paciente y proporcionar nuevas herramientas y estrategias para darle confianza en la resolución de la dificultad en cuestión y en posteriores que se puedan presentar, incrementando también la autoestima de la persona.
Se deberán revisar las distorsiones cognitivas que pueden estar actuando en la percepción de la realidad para discutirlas y crear percepciones objetivas a la situación.
También será necesario un trabajo completo sobre el área emocional y autoperceptiva del menor debido a que las distorsiones cognitivas pueden impedir una buena resolución del estado de ánimo afectado.
Los trastornos de la conducta alimentaria (TCA), la anorexia y la bulimia, suelen afectar en mayor proporción a chicas adolescentes y jóvenes que a chicos, pero en los últimos años se ha visto un incremento en el número de chicos afectados por esta enfermedad.
Son trastornos graves que comportan una gran afectación y distorsión de la imagen y emocional, que si no son tratados a tiempo, se pueden convertir en crónicos y muy resistentes.
La anorexia se caracteriza por un miedo exagerado a volverse obeso, dándole unas connotaciones negativas desproporcionadas a este hecho, por lo que la persona evitará cualquier ingesta de alimento por miedo a engordar.
La no ingesta de alimentos puede poner en situación de peligro vital a la paciente, por tener infrapeso que no proporcione los suficientes nutrientes que el cuerpo necesita para poder funcionar correctamente.
La bulimia se caracteriza por una ingesta compulsiva de comida en un período de tiempo muy corto, y por una posterior conducta compensatoria de la ingesta realizada (uso de laxantes, ejercicio excesivo, vómitos, ayuno…)
Hay una continua sensación de pérdida de control que crea una elevada ansiedad en la persona.
Aunque los TCA se pueden presentar de dos maneras diferentes, tienen muchos aspectos en común ya que suelen afectar a personas que muestran una gran dependencia al aspecto físico, hay una infravaloración y devaluación de ellos como persona, tienen una constante sensación de pérdida de control sobre sus vidas, hay un gran número de distorsiones cognitivas hacia la imagen corporal y su importancia. Suelen ser personas muy exigentes, con grandes retos y muy poca tolerancia a la frustración. El rechazo social hacia el trastorno conlleva que lo escondan y fundamenten su vida en mentiras que las alejan de las personas que tienen alrededor y se preocupan por ellas.
Existe un gran sufrimiento emocional tanto en la familia como en la paciente que impide una buena relación y que incrementa el malestar que ya de por si sienten estas personas.
Es un trastorno que condiciona en todas las áreas de su vida y que no permite tener una vida normal y sana psicológica y emocionalmente.
En el momento de hacer frente estos trastornos hay que hacer un trabajo exhaustivo, multidisciplinar e integral.
El papel de los padres o de la pareja es fundamental ya que tendrán un papel de co-terapeuta muy importante, sobre todo en las primeras etapas de tratamiento. Por ello, se les proporcionará toda la información necesaria sobre la enfermedad, la actuación que deben tener, las pautas a seguir y los recursos y soporte psicológico necesarios para que puedan hacer frente a la enfermedad que su ser querido está sufriendo.
La persona afectada recibirá diferentes intervenciones de los profesionales implicados (médico, nutricionista y psicólogo) que incidirán dentro de las áreas afectadas: la nutrición y el control del peso, las distorsiones cognitivas, la falta de recursos, control de la ansiedad, reducaciones corporales, modificaciones de la percepción, trabajo sobre la autoestima, la exigencia personal, y la reorganización de los valores personales.
Los trastornos de la conducta alimentaria (TCA), la anorexia y la bulimia, suelen afectar en mayor proporción a chicas adolescentes y jóvenes que a chicos, pero en los últimos años se ha visto un incremento en el número de chicos afectados por esta enfermedad.
Son trastornos graves que comportan una gran afectación y distorsión de la imagen y emocional, que si no son tratados a tiempo, se pueden convertir en crónicos y muy resistentes.
La anorexia se caracteriza por un miedo exagerado a volverse obeso, dándole unas connotaciones negativas desproporcionadas a este hecho, por lo que la persona evitará cualquier ingesta de alimento por miedo a engordar.
La no ingesta de alimentos puede poner en situación de peligro vital a la paciente, por tener infrapeso que no proporcione los suficientes nutrientes que el cuerpo necesita para poder funcionar correctamente.
La bulimia se caracteriza por una ingesta compulsiva de comida en un período de tiempo muy corto, y por una posterior conducta compensatoria de la ingesta realizada (uso de laxantes, ejercicio excesivo, vómitos, ayuno…)
Hay una continua sensación de pérdida de control que crea una elevada ansiedad en la persona.
Aunque los TCA se pueden presentar de dos maneras diferentes, tienen muchos aspectos en común ya que suelen afectar a personas que muestran una gran dependencia al aspecto físico, hay una infravaloración y devaluación de ellos como persona, tienen una constante sensación de pérdida de control sobre sus vidas, hay un gran número de distorsiones cognitivas hacia la imagen corporal y su importancia. Suelen ser personas muy exigentes, con grandes retos y muy poca tolerancia a la frustración. El rechazo social hacia el trastorno conlleva que lo escondan y fundamenten su vida en mentiras que las alejan de las personas que tienen alrededor y se preocupan por ellas.
Existe un gran sufrimiento emocional tanto en la familia como en la paciente que impide una buena relación y que incrementa el malestar que ya de por si sienten estas personas.
Es un trastorno que condiciona en todas las áreas de su vida y que no permite tener una vida normal y sana psicológica y emocionalmente.
En el momento de hacer frente estos trastornos hay que hacer un trabajo exhaustivo, multidisciplinar e integral.
El papel de los padres o de la pareja es fundamental ya que tendrán un papel de co-terapeuta muy importante, sobre todo en las primeras etapas de tratamiento. Por ello, se les proporcionará toda la información necesaria sobre la enfermedad, la actuación que deben tener, las pautas a seguir y los recursos y soporte psicológico necesarios para que puedan hacer frente a la enfermedad que su ser querido está sufriendo.
La persona afectada recibirá diferentes intervenciones de los profesionales implicados (médico, nutricionista y psicólogo) que incidirán dentro de las áreas afectadas: la nutrición y el control del peso, las distorsiones cognitivas, la falta de recursos, control de la ansiedad, reducaciones corporales, modificaciones de la percepción, trabajo sobre la autoestima, la exigencia personal, y la reorganización de los valores personales.
Los niños y adolescentes que presentan trastornos de conducta suelen ser personas que desobedecen sistemáticamente, se saltan las normas impuestas por cualquier figura de autoridad (padres y profesores principalmente), contestan delante de cualquier orden dada y muestran comportamientos disruptivos además de violencia hacia ellos y/o hacia los demás.
Dependiendo del entorno y la edad de la persona en cuestión hay expresiones del trastorno que serán diferentes: pataletas, mentiras, palabrotas, infracciones ilegales, robos…
Suelen no respetar las normas sociales ni los derechos de las otras personas que viven con ellos.
Muestran una baja tolerancia a la frustración que descargan en el exterior mediante agresiones verbales y/o físicas.
El resultado de este comportamiento suele ser una gran crispación en el entorno, muchos problemas relacionales y un gran conflicto doméstico que afecta a todos los miembros de la familia que conviven con la persona afectada.
En estos casos es imprescindible un trabajo con toda la familia ya que es necesario restablecer las pautas de comportamiento familiar y las normas, como también las interacciones relacionales que se han ido imponiendo.
Se deberá hacer un trabajo de padre intensivo para aprender a consensuar las normas, trabajar en la misma línea y dar soporte psicológico delante la situación estresante que están viviendo.
Por parte del paciente, será necesario trabajar la importancia del respeto, de las consecuencias del mal comportamiento, de las relaciones con los demás, de la baja tolerancia a la frustración y la autoimagen.
El fracaso y la sensación de no poder aguantar las dificultades propias de la vida, interfieren directamente en el malestar emocional de las personas que no saben cómo afrontarlo y lo resuelven siendo déspotas y violentos.
Los niños y adolescentes que presentan trastornos de conducta suelen ser personas que desobedecen sistemáticamente, se saltan las normas impuestas por cualquier figura de autoridad (padres y profesores principalmente), contestan delante de cualquier orden dada y muestran comportamientos disruptivos además de violencia hacia ellos y/o hacia los demás.
Dependiendo del entorno y la edad de la persona en cuestión hay expresiones del trastorno que serán diferentes: pataletas, mentiras, palabrotas, infracciones ilegales, robos…
Suelen no respetar las normas sociales ni los derechos de las otras personas que viven con ellos.
Muestran una baja tolerancia a la frustración que descargan en el exterior mediante agresiones verbales y/o físicas.
El resultado de este comportamiento suele ser una gran crispación en el entorno, muchos problemas relacionales y un gran conflicto doméstico que afecta a todos los miembros de la familia que conviven con la persona afectada.
En estos casos es imprescindible un trabajo con toda la familia ya que es necesario restablecer las pautas de comportamiento familiar y las normas, como también las interacciones relacionales que se han ido imponiendo.
Se deberá hacer un trabajo de padre intensivo para aprender a consensuar las normas, trabajar en la misma línea y dar soporte psicológico delante la situación estresante que están viviendo.
Por parte del paciente, será necesario trabajar la importancia del respeto, de las consecuencias del mal comportamiento, de las relaciones con los demás, de la baja tolerancia a la frustración y la autoimagen.
El fracaso y la sensación de no poder aguantar las dificultades propias de la vida, interfieren directamente en el malestar emocional de las personas que no saben cómo afrontarlo y lo resuelven siendo déspotas y violentos.
El acoso escolar, también conocido como bullying, es un fenómeno que se suele dar en los colegios y que afectan claramente al desarrollo emocional y personal del menor.
Los niños víctimas de este problema suelen mostrar alteraciones del estado de ánimo y disminución del rendimiento escolar, baja autoestima, además de mostrar resistencia a ir al colegio y relacionarse con los compañeros. Suelen estar amenazados por los inductores del acoso, lo que provoca que el conflicto sea escondido por la víctima tanto a profesores como padres.
El Bullying suele afectar a casi todas las áreas del menor, provocándole un gran sufrimiento. Los padres también se ven afectados indirectamente ya que desconocen qué les pasa a sus hijos porque lo esconden, creándoles una situación elevada de preocupación.
En los casos de bullying será necesario, en primer lugar, detectar que se esté produciendo la situación, analizar cómo y dónde se da para poder intervenir.
La intervención será el máximo integral posible e irá centrada, por un lado, hacia la víctima y los padres de ésta para poder proporcionar recursos y soportes psicológicos para hacer frente a los acontecimientos.
Por otro lado, se tendrá que exponer la situación al colegio para ayudar al niño afectado por parte del profesorado y que el colegio ponga en marcha el protocolo de actuación que consideren conveniente.
Finalmente, y siempre que sea posible, seria necesario hacer un trabajo con el actor del acoso por conocer qué lo ha llevado a actuar así y realizar una reducación comportamental y emocional que lo ayude a relacionarse de manera adecuada con su entorno.
El acoso escolar, también conocido como bullying, es un fenómeno que se suele dar en los colegios y que afectan claramente al desarrollo emocional y personal del menor.
Los niños víctimas de este problema suelen mostrar alteraciones del estado de ánimo y disminución del rendimiento escolar, baja autoestima, además de mostrar resistencia a ir al colegio y relacionarse con los compañeros. Suelen estar amenazados por los inductores del acoso, lo que provoca que el conflicto sea escondido por la víctima tanto a profesores como padres.
El Bullying suele afectar a casi todas las áreas del menor, provocándole un gran sufrimiento. Los padres también se ven afectados indirectamente ya que desconocen qué les pasa a sus hijos porque lo esconden, creándoles una situación elevada de preocupación.
En los casos de bullying será necesario, en primer lugar, detectar que se esté produciendo la situación, analizar cómo y dónde se da para poder intervenir.
La intervención será el máximo integral posible e irá centrada, por un lado, hacia la víctima y los padres de ésta para poder proporcionar recursos y soportes psicológicos para hacer frente a los acontecimientos.
Por otro lado, se tendrá que exponer la situación al colegio para ayudar al niño afectado por parte del profesorado y que el colegio ponga en marcha el protocolo de actuación que consideren conveniente.
Finalmente, y siempre que sea posible, seria necesario hacer un trabajo con el actor del acoso por conocer qué lo ha llevado a actuar así y realizar una reducación comportamental y emocional que lo ayude a relacionarse de manera adecuada con su entorno.
Las fobias son una respuesta de miedo y ansiedad exagerada del estímulo que lo ocasiona.
Además se caracterizan por ser disfuncionales ya que pueden interferir en el funcionamiento normal de la persona afectada y lo pueden limitar en sus tareas cotidianas.
En los casos de fobia se deberá analizar cuáles son los pensamientos irracionales que hay vinculados al objeto fóbico, con la finalidad de trabajar y poder normalizar la relación con el objeto temido. La restructuración cognitiva y el trabajo de los propios recursos se vuelve fundamental.
Hay diferentes maneras de trabajar la fobia, que serán designadas dependiendo del caso y de las características del menor.
Las fobias son una respuesta de miedo y ansiedad exagerada del estímulo que lo ocasiona.
Además se caracterizan por ser disfuncionales ya que pueden interferir en el funcionamiento normal de la persona afectada y lo pueden limitar en sus tareas cotidianas.
En los casos de fobia se deberá analizar cuáles son los pensamientos irracionales que hay vinculados al objeto fóbico, con la finalidad de trabajar y poder normalizar la relación con el objeto temido. La restructuración cognitiva y el trabajo de los propios recursos se vuelve fundamental.
Hay diferentes maneras de trabajar la fobia, que serán designadas dependiendo del caso y de las características del menor.
La enuresis es la emisión involuntaria de la orina en niños mayores de 3-4 años, edad en la que el control de esfínteres suele estar controlada. Puede presentarse tanto de día como de noche; y en niños que ya hayan tenido un control de los esfínteres anteriormente.
La encopresis es la emisión involuntaria fecal en niños mayores de 3-4 años, edad en la que el control de esfínteres suele estar controlada. Puede darse habitualmente o en momentos determinados en un período de tiempo largo. También puede presentarse en niños que anteriormente ya hayan tenido un control de esfínteres correcto.
Son dos trastornos que están muy relacionados con alteraciones emocionales, y la naturaleza de dicha alteración puede ser de naturaleza muy variada que deberá estudiarse en cada casa en concreto.
Los niños que sufren este trastorno suelen ser niños realmente pequeños, donde una gran parte del trabajo deberá hacerse con los padres
El primer paso será analizar si hay alteraciones en el entorno más inmediato del menor, cambios significativos que puedan estar alterando su rutina o situaciones de estrés que afecten a todos los miembros de la familia. Una vez analizada la situación se darán pautas a los padres para ayudar a su hijo a controlar los esfínteres como también a restablecer pautas de conducta que proporcionen estabilidad emocional y rutina al menor.
Finalmente, y dentro de la medida que sea posible teniendo en cuenta la edad, se hará un trabajo emocional sobre el menor para proporcionarle recursos suficientes para superar los conflictos que pueda tener.
La enuresis es la emisión involuntaria de la orina en niños mayores de 3-4 años, edad en la que el control de esfínteres suele estar controlada. Puede presentarse tanto de día como de noche; y en niños que ya hayan tenido un control de los esfínteres anteriormente.
La encopresis es la emisión involuntaria fecal en niños mayores de 3-4 años, edad en la que el control de esfínteres suele estar controlada. Puede darse habitualmente o en momentos determinados en un período de tiempo largo. También puede presentarse en niños que anteriormente ya hayan tenido un control de esfínteres correcto.
Son dos trastornos que están muy relacionados con alteraciones emocionales, y la naturaleza de dicha alteración puede ser de naturaleza muy variada que deberá estudiarse en cada casa en concreto.
Los niños que sufren este trastorno suelen ser niños realmente pequeños, donde una gran parte del trabajo deberá hacerse con los padres
El primer paso será analizar si hay alteraciones en el entorno más inmediato del menor, cambios significativos que puedan estar alterando su rutina o situaciones de estrés que afecten a todos los miembros de la familia. Una vez analizada la situación se darán pautas a los padres para ayudar a su hijo a controlar los esfínteres como también a restablecer pautas de conducta que proporcionen estabilidad emocional y rutina al menor.
Finalmente, y dentro de la medida que sea posible teniendo en cuenta la edad, se hará un trabajo emocional sobre el menor para proporcionarle recursos suficientes para superar los conflictos que pueda tener.
Son frecuentes los adolescentes que cuando comienzan a relacionarse con sus iguales, y ya no dependen tanto de los padres, tiene una falta de repertorio conductual que les impide poder responder a su ambiente con éxito.
Si esta falta de recursos es muy grande, puede suceder que el adolescente vaya evitando cada vez más el contacto social, pudiendo acabar aislado.
La no correcta competencia social tiene efectos directos en la autoestima y el estado emocional de la persona,
yendo en detrimento de ellos mismos.
Se deberá hacer un buen trabajo en este tipo de pacientes: por un lado se deberá proporcionar un amplio repertorio de habilidades sociales para poder hacer frente a las demandas del entorno, y por otro será necesario hacer un trabajo sobre la autoestima y el estado emocional en el grado que hayan podido quedar afectados para proporcionar un bienestar psicológico al adolescente y que pueda aplicar con garantía las habilidades sociales.
Son frecuentes los adolescentes que cuando comienzan a relacionarse con sus iguales, y ya no dependen tanto de los padres, tiene una falta de repertorio conductual que les impide poder responder a su ambiente con éxito.
Si esta falta de recursos es muy grande, puede suceder que el adolescente vaya evitando cada vez más el contacto social, pudiendo acabar aislado.
La no correcta competencia social tiene efectos directos en la autoestima y el estado emocional de la persona,
yendo en detrimento de ellos mismos.
Se deberá hacer un buen trabajo en este tipo de pacientes: por un lado se deberá proporcionar un amplio repertorio de habilidades sociales para poder hacer frente a las demandas del entorno, y por otro será necesario hacer un trabajo sobre la autoestima y el estado emocional en el grado que hayan podido quedar afectados para proporcionar un bienestar psicológico al adolescente y que pueda aplicar con garantía las habilidades sociales.
La ruptura familiar comporta un gran número de cambios estructurales y emocionales que pasan en un período de tiempo breve y que afectan a la vida cotidiana del niño. Hay que tener en cuenta, que es una situación que les viene dada a los menores, que no han decidido y que se les imponen los cambios.
Si todos estos cambios no son gestionados de manera adecuada y no se dispone del tiempo necesario puede provocar problemas en los niños y/o los padres.
Los niños pueden sentirse culpables de la ruptura, pueden vivirlo como un abandono por parte del que se va de casa, pueden estar viviendo en medio del conflicto parental, los padres pueden utilizar al hijo como mensajero, puede no ser bien aceptada la incorporación de nuevas parejas y hermanos a la nueva familia, etc…
No le podemos quitar importancia a los cambios estructurales y de roles que se producen después de la ruptura. Los niños suelen sufrir cambios de domicilio constantes a lo largo de la semana para poder cumplir el régimen de visitas. Dependiendo cómo sea la vivencia del menor esto puede generar inestabilidad y estrés, que afectará directamente al estado emocional del menor y a su correcto desarrollo psicológico.
Los síntomas que pueden presentar estos niños puede ser muy variado y dependerá del origen del conflicto y edad del menor: problemas de conducta, regresiones (comportamientos propios de niños menores a la edad que tiene), fobias, problemas nocturnos, ansiedad, depresión, disminución del rendimiento escolar…
El trabajo terapéutico que se realice dependerá de los síntomas que el niño presente.
Se deberá hacer un estudio de la situación que el niño vive mal, para intervenir en ellas en los casos que sea necesario y restructurar los pensamientos que tenga el menor sobre la ruptura paterna.
Una intervención a tiempo evitará que haya interferencias en su desarrollo diario, le permitirá integrar cambios de manera adecuada, resolver los conflictos emocionales con una persona externa al conflicto, mantener buenas relaciones con los dos progenitores y reducir el impacto sobre el rendimiento escolar que habitualmente sucede.
La ruptura familiar comporta un gran número de cambios estructurales y emocionales que pasan en un período de tiempo breve y que afectan a la vida cotidiana del niño. Hay que tener en cuenta, que es una situación que les viene dada a los menores, que no han decidido y que se les imponen los cambios.
Si todos estos cambios no son gestionados de manera adecuada y no se dispone del tiempo necesario puede provocar problemas en los niños y/o los padres.
Los niños pueden sentirse culpables de la ruptura, pueden vivirlo como un abandono por parte del que se va de casa, pueden estar viviendo en medio del conflicto parental, los padres pueden utilizar al hijo como mensajero, puede no ser bien aceptada la incorporación de nuevas parejas y hermanos a la nueva familia, etc…
No le podemos quitar importancia a los cambios estructurales y de roles que se producen después de la ruptura. Los niños suelen sufrir cambios de domicilio constantes a lo largo de la semana para poder cumplir el régimen de visitas. Dependiendo cómo sea la vivencia del menor esto puede generar inestabilidad y estrés, que afectará directamente al estado emocional del menor y a su correcto desarrollo psicológico.
Los síntomas que pueden presentar estos niños puede ser muy variado y dependerá del origen del conflicto y edad del menor: problemas de conducta, regresiones (comportamientos propios de niños menores a la edad que tiene), fobias, problemas nocturnos, ansiedad, depresión, disminución del rendimiento escolar…
El trabajo terapéutico que se realice dependerá de los síntomas que el niño presente.
Se deberá hacer un estudio de la situación que el niño vive mal, para intervenir en ellas en los casos que sea necesario y restructurar los pensamientos que tenga el menor sobre la ruptura paterna.
Una intervención a tiempo evitará que haya interferencias en su desarrollo diario, le permitirá integrar cambios de manera adecuada, resolver los conflictos emocionales con una persona externa al conflicto, mantener buenas relaciones con los dos progenitores y reducir el impacto sobre el rendimiento escolar que habitualmente sucede.